sábado, 23 de abril de 2011
lunes, 4 de abril de 2011
Poemas: Hechizo en Silencio Cómplice/ Verses from timeless Witches
I
Yo estaba bajo una encina de copa horizontal
-gruesas raíces sobre la sombra-
escuchando reverdecer la hierba en procura,
cuando llegaron ellos, a pisada extrema,
en sus disolutas bestias enjaezadas…
Cerré los ojos y se derramaron a fuerza
las semillas de pensamientos de mi regazo:
hubo en sus miradas hirvientes y garzas
un adelanto de profanación por el fuego;
y sentí heridas en todas las coordenadas de la tierra…
Fui despojada de mi ancho cinturón impoluto
estrellado en plata universal, y martillado en creciente;
de mi leño siempre- vivo cortado de árbol de frutos rojos;
dispersaron mis trece pulseras y enmudecieron las piedras;
con velas negras quemaron mi libro de Cantos al Mediodía;
sortearon mis vestiduras invisibles, como capricho de ciegos;
intentaron borrar el dibujo secreto de mi mejilla izquierda
y una marca, inexcrutable, que protege mi corpiño sin temores
Y se movieron todas las aguas de todos los lugares vivos,
desde la coronilla en el alba, de tenues brillos inocentes,
hasta los profundos pies de los más oscuros montes…
Eunice Escalona
II
Yo sólo quería seguir cosechando en verano
Y también en invierno, gustosa de frutos y flores,
sin preocuparme de inclemencias ni calamidades,
con predestinado acierto y orgullosa exuberancia;
era demasiado amenazante para sus monóculos ciegos
o para sus torcidas correspondencias de los elementos…
Amargaron a placer, y con sal bendita,
todas las cunas de mis aguas dulces,
y sus resoplidos acallaron mis idiomas de ave paradisíaca:
deslieron la tinta púrpura y sedosa de mis poemas
y derritieron mis sellos de abeja real…
Hojas sueltas de mis libros en fuga por su vida,
se alzaron más allá de las altas temperaturas,
buscando encontrarse después, quizás, del desastre,
en ordenadas y contundentes edificantes memorias
Resistí el sitio invocando la protección del manto estrellado
Y del corazón incandescente y coronado de la tierra :
Más, fue implacable la disposición de las fuerzas,
el tono brutal de sus oraciones sin sentido,
Y caí cuando mis tejidos de arañas de oro se desgarraron
Y mis colecciones de amor se perdieron en sus gruesos sacos:
Mis cabellos y su enjoyada espesura se derramaron
como una rara sangre granate y extraviada
sobre el silencioso estruendo
en toda la inmensidad del prado
III
De camino por el umbroso bosque,
húmedo y sereno en aromas
de avellanos, almendros y manzanos,
propiedad extraordinaria
de un mediodía radioso y enfebrecido:
en atropelladas volutas, un humo extenso
de reconocidas y enfrentadas reminiscencias,
rodeó mi cintura, a la fuerza;
se enredó meticuloso en la breve punta de mi nariz;
en los cristales de mil ojos verdes brillantes
y en candeleros mínimos,
colgantes de mis orejas sonrosadas.
De mañana, un solo rayo de sol
podía con expresa velocidad y finura,
desvanecerme en la niebla;
de noche, mis estrellas asignadas desde la cuna,
podían enceguecer la oscuridad de cualquier boca de lobo…
Y yo estaba protegida.
Por eso cuando miré prendidas mis aves mensajeras,
y fuí sometida al agravio secular de los nombres impronunciables,
oculto mi Salterio iluminado por mi mano,
y protegida mi marca sagrada,
y aunque desesperado,
un gusto amargo y tormentoso,
invadió mi boca de menta y rosas conjurada:
¡Supe que ésta vez ni nunca,
moriría para siempre!
E.E.
2011.
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